El codismo congénito se considera una de las más frecuentes patologías que conglomeran las enfermedades mentales. Se trata de toda persona que teniendo fondos disponibles para realizar cierto acto o actividad, no está dispuesta a desembolsar el capital necesario por razones desconocidas e incomprensibles.
Este transtorno que ataca indiscriminadamente a personas de distintas edades, sexos y estatus socioeconómicos se rige por un principio de ahorro obsesivo absurdo, donde el individuo presenta alteraciones de:
1) Comportamiento: Se dispone a realizar peripecias irrisorias para ahorrarse un caudal de dinero efímero como 20 centavos, indicando un falso destino al colectivero o simulando bajarse antes, por ejemplo.
2) Razonamiento: El codo propondrá activamente salidas, porque su deseo de abastecer el aspecto ocioso de su vida no está limitado, sólo que se niega a encararlo económicamente.
3) Reticencia a la realidad o de adaptarse a las condiciones de la vida: Una vez conciliada la reunión, en el caso de implicar una cena, el aquejado manifestará argumentos insistentemente para evitar un posible delivery. Propondrá cocinar -aunque todos los comensales se nieguen-, replicará (porque si hay algo que el codo sabe ser es un enfermo terco y obstinado) que ‘porqué no hacerlo con sus propias manos, que así es más rico, divertido y se ahorran unos buenos pesitos’ aunque sean en realidad centavos imperceptibles para la gente ordinaria.
El menú artesanal sugerido contendrá varias alternativas (tienen un ingenio siniestro a la hora de reducir costos) como: fideos largos, polenta, salchichas con puré, o cualquier preparado harinoso que cueste menos de 5 morlacos el kilogramo y pueda satisfacer el apetito de al menos 6 personas. En el caso de querer postre, el helado supone un aspecto quasi fantasioso que el afectado se niega rotundamente a asumir ‘Postre?! Pero estamos todos en pedo, me vieron la cara de Rockefeller’. Puede negociar un chocolate Hamlet de parada de colectivo, o comer siempre y cuando otro invite.
Son vulgarmente denominados: rata, roñoso, lacra, codito, canuto, croto, mickey, mugre, e incontables nomenclaturas más, ya que por desgracia no se ha destinado el mismo tiempo a la cura de esta horrorosa enfermedad como a la creatividad de sus terminologías.
Mientras tanto, los enfermos continúan desarrollando un régimen de tacañería estrictamente confeccionado, donde los saquitos de té se deben utilizar al menos 3 veces, y de ser posible, estrujarlos bien para una cuarta infusión de morfología lamentable.
Memorizando el precio del combustible de todas las estaciones de servicio, para que a la hora de cargar sepan donde pueden ahorrarse unos centavitos. Ofreciéndose a juntar la plata en los repartos para ver que matufia pueden hacer y no poner un centavo, ya que sus técnicas sofisticadas a la hora de sacar números los vuelven timadores de la vida, y contadores ilustres.
El principal inconveniente que citan los cercanos a los transtornados por la enfermedad es que los afectados ahorran tratando de aventajarse del resto, pero paralelo a sus quejas se compran un LED y la play 3, en 24 cómodas cuotitas sin intereses.
El sujeto que sufre codismo congénito se encontrará con dificultades de entendimiento humano a lo largo de toda su vida, dado que esta dolencia ataca principalmente al universo social del infectado:
1) El masculino codo perderá pretendientes sugiriendo como primera cita bares con descuentos de su tarjeta, preferentemente los días martes que le hacen un 50%.
En el caso de acceder a más salidas, perderá la simpatía de la cortejada al hacerla caminar 5 cuadras con tacos para evitarse un taxi a un albergue transitorio de baja categoría. Es importante señalar que siempre sobrepondrá cantidad a calidad, eligiendo el turno más exhaustivo en la habitación más precaria, porque ‘lo único que se necesita es tiempo y una cama, lo demás ni se usa’.
2) Los padres codos eludirán toda fecha que amerite un presente, pero las sumas de dinero evadidas serán insignificantes frente al monto de la terapia que sus hijos tendrán que hacer ‘porqué Papa Noel no iba nunca a sus casas’.
3) Los jefes o patrones con esta patología conllevarán al menos 4,6 juicios por trabajo en negro a lo largo de su vida.
4) Las amigas codos serán, a largo plazo, desterradas del círculo de amistades por evadir siempre su parte, o proponer iniciativas como comprar un Doctor Lemon entre 4.
El enfermo carece de nociones espaciales y cronológicas, por lo que tiende a relegar todo pago a una dimensión paralela/futura estableciendo ‘te pago la próxima’, ‘después te lo alcanzo’ y tantas otras frases de cabecera. Frases que vuelven irrealizable la liquidación de la transacción dado que no existe ese futuro.
Otra artimaña discursiva del rata es la expresión ‘no tengo cambio’. El enfermo podrá o no tener cambio, pero JAMÁS podremos comprobarlo.
Si bien la enfermedad es una, se pueden establecer tres niveles de gran contraste entre sí:
1) El codo hipo-restringido: es una antesala al episodio mezquino capcioso, y el nivel más benévolo de los tres. Una situación que graficaría este nivel sería, por ejemplo, la que le sucedió a Carlitos (16) que tiene dos amigos: Pedrito (16, sano, gastador promedio) y Juancito (16, lamentablemente enfermo).
Carlitos: Qué hambre, ¿compramos unos Don Satur?, yo tengo $2, ¿alguno tiene un peso más?
Pedrito: Sí, tomá.
Juancito: Yo no pongo total como poquito.
2) El codo mezquino-capcioso: este nivel intermedio intensifica los síntomas de la enfermedad, generando una paranoia monetaria en el sujeto, que tiende a cuestionar cualquier pedido de dinero, quitándole relevancia incluso tratándose de fechas importantes. Marta (33, madre devota de su primer y único hijo, gastadora moderada) escucha a su marido Ricardo (35, codo en vías de declaración social) emitir el siguiente discurso: ‘Con todas las veces que va a cumplir años,
si no se lo festejamos no pasa nada, además no tiene ni un año, no se puede dar cuenta. Agradecé que hubo bautismo Marta’.3) El codo superlativo-corrosivo: Este es el último y más nocivo grado. La esfera vital del aquejado se configura únicamente en torno al dinero, reduciendo sus actividades (y dignidad) de manera representativa.
‘A mí para el amigo invisible no me cuenten’ Kevin (26, posee el mayor ingreso adquisitivo del grupo, pero está verdaderamente enfermo)
‘Pero lo hacemos para ahorrar y no tener que regalarnos entre todos, aparte el precio es $15 nada más’ Nahuel (26, amigo pelotudo y tolerante)
‘Ni en pedo. Todos esos juegos son una mierda para que gastemos plata’
Lo que nos compete es buscar una suerte de terapia alternativa que atenue los síntomas de la enfermedad, por eso es necesario preguntarnos ¿qué siente el paciente?. El enfermo emula una realidad donde la escasez es la protagonista. En el origen conjetural de todos sus padecimientos hay un componente de carencia, de falta. El codismo congénito o como vulgarmente es designado por el común denominador de las personas, EL RATÓN, sostiene una serie de conductas que generan escasez, y desde ese lugar es imposible construir riqueza.
Psiquiatras especializados en el campo proponen leer libros de Deepak Chopra, pensar en términos de abundancia, y hacer circular el dinero. El enfermo es incapaz de despojarse de capital alguno, imposibilitando cualquier tipo de intercambio. Acumulando cosas constantemente: cosas sin valor, adornos de decidido mal gusto, objetos kitsch inútiles, pero se rehusa a la pérdida, viviendo como un pobre, para morir como un rico. Aunque muchos de los afectados tengan ahorros como para vivir varias vidas, y no quieren (o pueden) aceptarlo.
Lo que con frecuencia ignoran es que en teoría, cuando uno da desinteresadamente, suele recibir luego muchísimo más de lo que entregó, esto aplica también para acciones de filantropía o ayuda social.
Se debe comenzar de a poco a ejercitar la desaprensión del dinero, por ejemplo haciendo regalos espontáneos y sin motivo aparente a seres cercanos. Y repetir la oración todas las noches antes de dormir ‘La mortaja no tiene bolsillos’.